domingo, 11 de abril de 2010

Reflexión sobre la Divina Misericordia de Jesús


Port Cynthia G. de Hernández

"Al anochecer, estando yo en mi celda -escribe en el Diario - vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma Jesús, en Ti confío (Diario, 47). Quiero que esta imagen sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia "(Diario, 49). Santa Faustina Koblaska

Ahora que estamos celebrando la Pascua de Resurrección, después de haber luchado por acompañar a Nuestro Señor por el camino del Calvario, te aseguro que cada uno de nosotros al imaginar o escuchar la narración, o haber participado en los Santos Oficios de Semana Santa, nos removió el corazón, nos llevó a pensar que por nuestros pecados y los de toda la humanidad. El Señor ha querido sufrir por nosotros.

Pero ese sufrimiento lo quiso pasar aún sabiendo que nosotros lo traicionaríamos, muchísimas veces. Que cada ser humano quizá lo ignoraría, le pareciera inútil y hasta ridícula, esa forma de mostrarnos su amor, que no le importaría, y seguiría tratando de evadir esa realidad que golpea el alma.

Pero Él nos muestra su corazón lanzado, traspasado, que derramó esa sangre y agua divinísimas porque al final aunque queramos ignorarlo, aunque queramos por épocas de nuestra vida pasar por alto la realidad mas hermosa que es el SER AMADO, hasta la muerte, miraríamos a ese nuestro Jesús y le preguntaríamos: ¿Por qué?, ¿por qué si yo soy tan poca cosa? Tú que eres el Omnipotente, y pudieras de alguna otra forma hacerme saber tu amor, ¿por qué preferiste el sufrimiento, la pobreza, el desprecio, los insultos?

La respuesta es inmediata, porque el amor, el verdadero amor es renuncia y sacrificio, y porque no sufrimiento….. ¿Acaso nosotros a las personas que amamos no les hemos demostrado nuestro amor de esta forma?

Luego de sufrir por nosotros Jesús, desea ardientemente, que todas, todas las almas, lleguen a experimentar su Misericordia Divina. Esto no significa que todo lo que hagamos esté bien y que sin pedir perdón el Señor lo perdone. Hemos de reconocernos pecadores, que lo ofendemos, saber pedir perdón por eso, que nos dolamos y recomencemos el camino, que lo amemos y cumplamos sus mandamientos. Además de que conseguiremos el perdón, seremos felices inmensamente felices.

Ese pedirle perdón para los católicos será ir humilde y felizmente al confesionario, y decir todo lo que nos acongoja, por el dolor de haber ofendido y traicionado ese amor incondicional que nos tiene Nuestro Señor.

No hay nada, que nos pueda avergonzar porque el Señor ya lo conoce y nos ama mucho mas que una madre que todavía tiene a su hijo en edad de amamantarlo. ¿Que ternura mas exquisita que ésta puede existir cuando una madre da a su hijo, su ser para alimentarlo?

Pues El Señor nos dice y nos muestra que Él nos ama aún mas, y que está dispuesto a no solo perdonar sino OLVIDAR lo que nosotros pudiéramos hacer para ofender y no corresponder a su Amor.

¿Qué angustia puede invadirnos? Cuando una persona se siente querida, sin ningún mérito, no lo comprende, pero la mueve a corresponder, a agradecer por lo menos luchando para amar aunque sepa que su cariño no será jamás igual, pero pedirá y tratará con la ayuda de Dios esa correspondencia se le asemejara en poco.

Y eso es precisamente algo en lo que nosotros hemos de aprender y repetirnos múltiples veces, Jesús me quiere porque soy yo, no por lo que haga, sino porque simplemente soy alguien que necesita ser amado, no le importa si tengo o no dinero, si soy hábil o diestro, me ama incluso mas cuando me ve incapaz e inútil para los ojos del mundo. Él me mira con sus ojos misericordiosos de Padre, Hermano, soy parte de Su plan de Su deseo, si Él no hubiera querido; no existiría, se valió del amor de mis padres, o del error en las cuentas de mis padres, e incluso de un pecado o abuso, para darme la vida. Y amarme, me quiere, me necesita porque su Corazón desborda de amor y ¡al Amar da vida!

Pues ahora a nosotros nos toca amarlo por lo que Él es, porque también siendo Dios se hizo Hombre, y ahora es una persona que necesita ser amado. Y por el solo hecho de amarlo de venerarlo, de agradecerle su amor, de pedirle su ayuda y cariño el nos perdonará todo, absolutamente todo.

También dentro de nuestra misión es llevarle a muchos, somos sus instrumentos, pobres, inútiles; pero Él hace que seamos fecundos con su poder, su gracia. No nos detengamos en hablar de esto con muchas personas, no sabemos nunca el bien que hacemos en hablar de la Misericordia de Dios, pues no conocemos el estado del alma que tenemos enfrente. Salvaremos vidas, ¡almas! Ganaremos almas para Dios, para la eternidad…..

En Su Corazón amorosísimo solo cabe amor, no hay rencor, no hay malos sentimientos, hay luz y paz, deseos de amar mas y mas y de darnos todo lo que le pidamos. No debemos dudar de esa realidad pues en eso se basa y se sustenta nuestra fuerza y felicidad, nuestro ánimo para ser fieles, para comenzar y recomenzar.

La diferencia entre el destino eterno de Judas quien lo entregó, por unas monedas de plata, y Pedro que lo negó tres veces, fue que el primero no creyó que Jesús tuviera ese Corazón Misericordioso, y Pedro al contrario corrió llorando a Nuestra Madre María y dolido de su traición le explicó su pecado y Ella, en su conocimiento amoroso, sabiendo el camino que hemos de seguir, le aconsejó seguramente, que fuera a buscar a Jesús y le pidiera perdón. Y los evangelios nos cuentan, que solamente con una mirada de Jesús, Pedro entendió que El Maestro conocía su dolor y el inmediato perdón y comprensión. Pero Jesús esperaba ese encuentro de hermano a Hermano.

¡Qué mirada tan ardiente! ¡Qué corazón tan dulce! ¿Dónde podríamos encontrar ese amor, si no es el de Él?
Nuestra fe está basada en el amor, no en el temor y en el miedo, el infierno existe pero para los que confiamos y buscamos acercarnos; el cielo está en nuestra mirada, lo único que tenemos que hacer es luchar por AMAR, y corresponder de la misma forma que somos amados.

La vida de Jesús no acaba con la Cruz sino con la Resurrección y la nuestra no acaba en la muerte sino con el encuentro, en un abrazo eterno con el Amor Eterno.



Este post participa en la Fiesta de Enlaces de la Divina Misericordia 


Esta fiesta es parte del Calendario de Fiestas de Enlaces alrededor del Calendario Litúrgico:

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