jueves, 9 de diciembre de 2010

Reflexión sobre Nuestra Señora de Guadalupe y Juan Diego

Por Cynthia G. de Hernández


"No estoy yo aquí que soy tu Madre? No estás bajo mi sombra y resguardo? No soy la fuente de tu alegría? No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? Qué mas puedes querer?"

Estas palabras son parte de una de las conversaciones de la Santísima Virgen con San Juan Diego. Palabras que cada uno necesitamos grabarnos en el corazón, porque siempre habrá cosas que nos aflijan. Ella en su misericordia materna, sabe y conoce qué es lo que sucede en nuestras vidas. María se duele, se preocupa e intercede por nosotros. Pero también sabe que es parte de la vida del hombre llevar la Cruz de su Hijo amadísimo, que llevando esa Cruz con amor, nos templa, nos hace fuertes y nos mereceremos estar junto a la Santísima Trinidad gozando de su gloria para la eternidad.

Ella conoce nuestras penas, mas también sabe que no es conveniente evitarnos todos los sufrimientos, lo que sí anhela es que la dejemos estar a nuestro lado, muy cerca y nos pide que vayamos a Ella, que nos acerquemos a llorar, a contarle, a pedirle su auxilio.

El consuelo mas grande que tenemos sus hijos es creer en que Ella se apareció y se quedó. Que estamos bajo su manto y en el cruce de sus brazos. ¿Qué niño pequeño se cae de los brazos de una madre cuidadosa? Ninguno. Tú y yo estamos ahí, no nos dejará caer, no nos desamparará, no nos olvidará ni un segundo. Nos tiene en su corazón, si nosotros también la tenemos en el nuestro.

Gracias Niña Mía, la mas pequeña de mis hijas, así la llamaba Juan Diego, llámala tú así, con esa inocencia y ternura, verás cómo tu corazón no puede endurecerse, no puede cerrarse a la gracia de creer con todas sus fuerzas, que no hay nada que nos pueda afligir hasta llegar a desesperar. Ella enjugará nuestras lágrimas, no con un pañuelo, las enjugará con sus propios labios, llenándonos de besos y caricias maternales.

Ella la Princesa, la Reina, la Amada por Dios, ha puesto en los corazones de sus pequeños hijos, los mas pequeños, esa certeza de su desvelo, de su amor privilegiado, porque no ha hecho cosa igual con ninguna otra Nación. No tenemos obligación de creerlo, pero qué alegría los que sí creemos porque se nos esfuman todos los temores y miedos de estar solos. Me dan pena los que no creen, porque ¿si Tú estas conmigo, a quién temeré?

He tenido la suerte desde muy joven de poder visitar el Templo del Tepeyac, donde Ella eligió que fuera su casa. La primera vez que entré, mi fe creció, se inflamó. Por la intercesión de la Virgen, El Señor me concedió el favor que iba concretamente a pedirle. He vuelto muchas veces mas, siempre con peticiones concretas y algunas se me han concedido y otras no, estoy convencida hasta lo mas hondo que no convenían. Pero lo que sí puedo afirmar es que “siempre” mi alma queda en paz. Una paz de saber que aquello que le confié, que le lloré, Ella lo está inmediatamente poniendo frente a su Hijo, y que el que Ella se lo presente, es una garantía para que yo en mi interior nunca pierda ni la fe ni la esperanza de que soy escuchada por el mas Bueno y Sabio de los Padres.

También quisiera confesar algo, es costumbre que los peregrinos visitantes del Santuario, recorran un tramo de rodillas en señal de humildad, las últimas dos veces he copiado de mis hermanos en la fe y amor a Ella, esta costumbre, porque quiero ser parte de la generación de hijos amantes que transmiten esta piadosa costumbre, para que no se pierda y siga de generación en generación. Le pido a Dios que me dé esa sencillez de alma, para repetir como Juan Diego: por qué a mí Señora si yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.

Solamente unos ojos sencillos y limpios, junto con un corazón sereno y amante, pueden reconocer el rostro del Señor, esa es la razón por la cual Santa María de Guadalupe escogió a Juan Diego. Gracias Juan Diego por tu pequeñez, por tu humilde condición, por tu orgullo santo de ser cordel.

La Santísima Virgen al escoger a un indígena como su intermediario ante el Obispo Fray Juan de Zumárraga, nos hace pensar en nuestros indígenas, México como otros países necesitan de sus indígenas y los indígenas necesitan de su País. Necesitan de la justicia, de la equidad, del respeto, de su dignidad.

Amemos con todo el corazón nuestra raza, vivamos nuestras costumbres con raíces cristianas, llevemos de rodillas a nuestra Patria y pongámosla como ofrend ante nuestra Santísima Madre. Que nos conceda la paz, que construyamos la paz, y que seamos sembradores de alegría. Esa alegría que sólo puede darse en vidas limpias, en vidas que se esfuerzan por hacer la voluntad de Dios, en cumplir los mandamientos con generosidad, no solo por miedo a perder el Cielo, sino con el deseo de hacer feliz a nuestro Dios.

Cuántas sonrisas podemos sacarle a Nuestra Madre de Guadalupe este diciembre, tratando bien a su Hijo, poniéndolo en el centro de nuestras celebraciones, en el centro de nuestros hogares, perdonando, disculpando, cediendo, tolerando, siendo apoyo y buen ejemplo para otros... nos necesitamos tanto, ¿por qué crear divisiones? ¿por qué no pasar inadvertidos? ¿por qué no servir sin ser notados? Pidámosle a la Virgen que nos haga personas pequeñas ante sus ojos y que nos sintamos felices de servir a cualquiera, pues todos somos hermanos en un mismo Padre.

Estas es un trozo de una carta escrita por nuestro Cardenal Arzobispo Primado Norberto Rivera Carrera:
"Así mismo creo, amo y profeso con todas las veras de mi alma que Ella es, en un sentido personal y especialísimo, Reina y Madre de nuestra Patria mestiza, que vino en persona a nuestro suelo de México, a pedirnos un templo para ahí "mostrárnoslo, ensalzarlo, ponérnoslo de manifiesto, dárnoslo a las gentes en todo su Amor, que es El, el que es su mirada compasiva, su auxilio, su salvación, porque en verdad Ella se honra en ser nuestra Madre compasiva, nuestra y de todos los hombres que en esta tierra estemos en uno, y de todas las demás variadas estirpes de hombres"(2), no para quitarnos las penas y problemas que nos templan, porque todos los que deseemos ir en pos de su Hijo hemos de "tomar su cruz y seguirlo"(3); pero siempre contando con que cuando quiera que "estemos fatigados y agobiados por la carga, Ella, a la par de El, nos aliviará, pues su yugo es suave y su carga ligera"(4), y para eso Ella ruega que le permitamos "escuchar nuestro llanto, nuestra tristeza, para remediar, para curar, todas nuestras diferentes penas, nuestras miserias, nuestros dolores."(5).

¡Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros!
¡San Juan Diego, ruega por nosotros!

Esta reflexión la estoy compartiendo en
la Fiesta de Enlaces para Nuestra Señora de Guadalupe 
en el blog Holeschooling Católico:



1 comentario:

  1. Gracias Xhonané por compartir esta entrada con nosotros en la fiesta de enlaces. Que Dios te bendiga!!!

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