jueves, 1 de octubre de 2009

Aniversario del Opus Dei - 2 de Octubre


Por Cynthia G. de Hernández

San Josemaría Escrivá nació en Barbastro (España) el 9 de enero de 1902. Fue ordenado sacerdote en Zaragoza el 26 de marzo de 1925. Y el 2 de octubre de 1928 por inspiración divina, fundó el Opus Dei (Obra de Dios). Falleció repentinamente el 26 de junio de 1975 en Roma. En ese momento el Opus Dei estaba extendido en los cinco continentes, y contaba con mas de 60,000 miembros de 80 nacionalidades, al servicio de la Iglesia, con el mismo espíritu y unión plena al Papa y a los Obispos, que toda su vida vivió hacia ellos.

El Papa Juan Pablo II canonizó al Fundador del Opus Dei en Roma, el 6 de octubre. El cuerpo de San Josemaría Escrivá reposa en la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz. Viale Bruno Buozzi 75, Roma.

Mas información sobre San Josemaría en:
http://www.opusdei.org.mx/
http://www.josemariaescriva.info/
http://www.escrivaworks.org/

En esta reducida biografía se encierra una gran enseñanza para todos. San Josemaría, como se dijo por inspiración divina, estando en un retiro espiritual en Madrid, en el convento de los Padres Paúles, escuchando en su habitación repicar el campanario de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, día de los Santos Ángeles Custodios con palabras suyas dice ¡Ví la Obra, como Obra de Dios, no de ningún hombre!.
El Opus Dei, se resume en la llamada universal a la santidad, San Josemaría que en aquellos años era un joven sacerdote como él mismo se decía “solo tengo la gracia de Dios, 26 años y buen humor”, entendió perfectamente su misión que era la de proclamar por todo el mundo que Dios tenía dentro de sus planes la santificación de todos, lo que la misma Iglesia enseña: “La llamada universal a la santidad”.
Esto nos hace comprender, que la santidad “grande” de altar, no es solo para privilegiados: que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: todos estén donde estén, cualquiera que sea su estado, solteros, casados, viudos, enfermos, jóvenes, viejos, niños, cualquiera que sea su profesión u oficio, (mientras esta sea honesta), podemos llegar a ser santos.
Esta vida nuestra, ordinaria sin apariencia, puede y debe ser medio de santificarnos y de ayudar a otros a que se santifiquen, con nuestro ejemplo coherente de cristianos enamorados de lo que Dios nos ha dado y pedido que hagamos, haciendo las cosas siempre por Amor a Él, podremos lograrlo, y luego con nuestro apostolado, sereno, sencillo de amigos, hablando al oído de aquellos que nos necesitan, queriéndolos, aconsejándolos según la vida cristiana nos pide, ayudaremos a muchos a encontrar el amor que Nuestro Señor está esperando para derramar en cada corazón.

En Surco punto 185, que es uno de sus libros dice “Cuando te lances al apostolado, convéncete de que se trata siempre de hacer feliz, muy feliz, a la gente: la Verdad es inseparable de la auténtica alegría”.
El sabernos Hijos de Dios, tener presente siempre esa “filiación divina”, elegidos desde la eternidad para gozar con Él aquí en la tierra y luego en el Cielo, no puede hacernos infelices, sino fuertes, y generosos para poder ayudar a Cristo a cargar su Cruz.

Su Cruz, su Santa Cruz es el mundo, somos nosotros mismos, entonces ¿con qué es lo que tenemos que ayudarle principalmente? con nuestra conversión diaria (“ahora comienzo”), caer y levantarse, comenzar y recomenzar, cumpliendo su Sabia Voluntad, y con esa preocupación constante de ayudar a otros en sus vidas para que lleguen al cielo. Pregúntate sinceramente en el fondo del alma: ¿Es mi prioridad llegar al Cielo?, ¿me interesa ganarme el cielo, pero no hasta el último momento?
Te cuento algo muy personal: una vez al estarme confesando con mi director espiritual al cual respeto mucho, me dice ¿Oye Cynthia, tú has de ser muy devota de San Dimas verdad?, me quedé callada sin saber que responder porque, de hecho, a este santo en particular no es que sea muy devota, después de unos instantes de reflexión me animo a decirle:¿padre por qué me lo pregunta? y él me responde, es que con todo lo que me has dicho……., tú lo que estás buscando es salvarte hasta el último momento. Me hizo reír su comentario, pero me dejó pensando. Sí Dios necesita que nos comprometamos desde hoy, desde este instante y no ser mediocres en nuestra vida y menos en la vida de Amor hacia Él. Bueno ahora te confieso que lucho por lograr no salvarme hasta el último momento, pero a veces no me sale tan bien.

Otra de las enseñanzas de San Josemaría es que, viviendo esta vida tan sencilla y ordinaria, sin espectáculo, pero con la luz de Cristo, Dios Padre nos da la ocasión de ejercitarnos en todas las virtudes, caridad, fortaleza, alegría, justicia, sinceridad, templanza, pobreza, humildad, obediencia, puntualidad, tolerancia, paciencia y cuántas mas..., a semejanza de cómo las vivió Jesús y su Santa Madre.

Sin abandonar lo que hacemos, ahí en lo que estamos haciendo hoy, es donde el Señor, (si no nos ha llamado a la vida religiosa), necesita de nuestra vida limpia, para animar a otros a seguirlo, pero seguirlo de cerca, sin miedo.

Explico lo de la vida religiosa: Los religiosos, han de separarse del mundo, su vocación así lo requiere, muchos santos y grandes han sido religiosos, pero la llamada universal a la santidad, habla a la mayoría de las personas y esto es algo mas que señala el Opus Dei, que no necesita la persona apartarse de sus quehaceres, sino que en su propia casa, oficina, en el hospital, en fin en medio de la calle, podemos todos hacernos santos. Y como ya dijimos antes la santidad no es cosa de privilegiados.

“Nuestra celda es la calle”
Repetía alegremente y con la seguridad porque así lo vivía San Josemaría.

La celda para un religioso es el lugar, donde en la intimad reza, y pasa su vida cumpliendo su vocación, además por supuesto de hacer otras muchas cosas.

Pero para los que no somos religiosos, la calle, nuestro lugar de trabajo, es en donde ordinariamente rezamos, hablamos con Dios, hacemos apostolado, lo contemplamos, reconociéndolo en cada persona, en la naturaleza, en cada actividad.

La alegría era algo característico de su vida, “Que esté triste, el que no se sepa hijo de Dios”. Esta alegría de saber que Cristo ha venido a enseñarnos como hemos de comportarnos en nuestra vida ordinaria, que ha vivido como uno de nosotros en la tierra, ha sufrido y muerto y resucitado, para abrirnos las puertas del Cielo, tiene que mantenernos felices, ¡felicísimos!.

Hace unos días, exactamente una semana tuve la gracia de Dios de estar en Tierra Santa, pisar donde pisó Cristo.

Uno de entre los muchos lugares que visitamos fue el Muro de las Lamentaciones, lugar en el cual nuestros hermanos de fe judía, a quienes respeto y amo, siguen esperando que ese Redentor prometido, venga a salvarlos, van ahí a rezar y a pedir perdón por los pecados que han cometido. Y me dijeron que no se retiran de ahí hasta que su corazón se siente en paz, pueden a veces pasar todo el día incluso.

Los vi llorar, llorar de dolor, y rezar y pedir, para que pronto se cumplan las profecías. Yo también lloraría si no tuviera a Cristo junto conmigo, todos los momentos de mi día, con la certeza de que ya ha venido a salvarme y me espera en la Comunión para amarme y entregárseme por completo. De que en el confesionario está Él mismo en la persona del sacerdote para decirme: “Vete en paz, tus pecados te son perdonados”. He irme con esa certeza.

En esa visita yo también lloré, y lloré por el sufrimiento de mis hermanos judíos y pido a Dios nos haga con su gracia, muy coherentes, para que con nuestra vida podamos ayudar a muchos que se ven en circunstancias parecidas, sin saber que Cristo ya está con nosotros Resucitado. En una palabra que con nuestras vidas sembremos esas tres Virtudes Fe, Esperanza y Caridad.

Para mí fue una experiencia muy grande de hecho dentro del muro hay unos huecos pequeños donde ellos mismos ponen peticiones en pequeños trozos de papel, yo puse uno, pedí por el Ecumenismo y la unión de los cristianos. Que todos nos reunamos en el corazón de la Iglesia Católica y que reconozcamos al Papa como nuestra cabeza y sucesor de Cristo.

Siguiendo con las enseñanzas de San Josemaría, algo que por el Espíritu Santo entendió también es que la vida oculta de Nuestro Señor, no fueron años inútiles, sino que contienen una riqueza enorme para nosotros las personas que vivimos una vida ordinaria y escondida también, los 30 años que pasó sujeto a sus padres, obedeciendo y trabajando como uno de nosotros, nos dan una claridad de lo hermoso que es nuestra vida aunque nunca nadie note o se percate de lo que hacemos.

Todo lo que hace Jesucristo, por el simple hecho de que es Dios, es santo aunque fuera algo pequeñísimo. Es algo mas del espíritu de la Obra. “La santificación a través de las cosas pequeñas”. Así que imagina cuántas cosas que tú haces semejantes a las que hizo Él, comer, descansar, trabajar, estudiar, relacionarse con sus vecinos, ser amigo, acudir a un compromiso social, conversar con sus padres, María y José, obedecerlos, ayudar en los quehaceres de la casa, limpiarla, jugar, reír, padecer una simple enfermedad, sufrir al ver enfermo a su padre San José, y luego verlo morir, llorar por un amigo ( Lázaro) cuidar de su Madre, y nosotros igual, el simple hecho de recoger un papel del suelo, apagar una luz cuando no se necesite, no desperdiciar nada, acabar nuestro trabajo con alegría, atender un hijo cuando quizá estamos cansados, disculpar, etc. Etc… si todo esto lo hacemos con el mayor amor primero por Dios y luego por los demás, puedes ser santo.

Este conocimiento de que mi vida aunque esté escondida, o me la pase en una silla de ruedas, o en una cama, mucha gente lo ha entendido y ha decidido vivirla para Dios, ¡decídete tú también! a llegar al cielo saltándote el purgatorio, llegar desde el primer momento después de nuestra muerte a la presencia de Dios, ¡es posible!, pero tiene su costo, ser almas de oración y mortificación (sacrificios pequeños sin que nadie lo note), amantes de los Sacramentos, obedientes de la Iglesia, y al Papa. “Es un camino arduo, pero feliz”, palabras del Fundador del Opus Dei.
Este gran santo, tenía una personalidad sencilla, muy alegre, jovial, y siempre animaba a que nuestra lucha espiritual fuera deportiva, porque el deportista a veces puede lograr sus metas y otros días no, pero nunca deja de luchar por lograrlas. Él repetía ¡Vale la pena, vale la pena!

Dios no se fija en los comienzos, sino en los finales.

Hoy que es día de los Santos Ángeles, acude a ellos como tus aliados en tu vida humana y espiritual.

El Señor nos los regaló desde el primer momento de nuestra concepción, también es un buen aliado en el apostolado.

Llámalo por su nombre y platica también con los ángeles de los demás para que te ayuden. Por ejemplo una madre puede pedirle al ángel custodio de sus hijos para que los cuiden y libren de tentaciones y caídas, un hombre de negocios puede pedirle por alguna gestión o por un mejor trabajo, y así un sin fin de ayudas que podamos imaginar, materiales y espirituales.

Y ayúdate de tu imaginación cuando te encuentras rezando o en la Santa Misa, míralos arrodillados delante de la Sagrada Hostia, y acompañándote cuando lo acabas de comulgar. La Iglesia donde se celebra la Eucaristía, está repleta de miríadas de ellos, adorando a nuestro Jesús.


¡San Josemaría, ruega por nosotros!

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